Cuando era pequeño
soñaba que podía volar.
Me dejaba caer escaleras abajo
y enseguida me elevaba del suelo.
Luego era cuestión de equilibrio
para recorrer la inmensa habitación volando
con los brazos abiertos.
Este sueño se repitió a lo largo de mi vida
en momentos de intensa felicidad,
de manera que fui creciendo con él
y él fue creciendo conmigo.
A veces,
cuando escribo un poema,
las cosas de fuera se llenan de luz
y esta luz enciende imágenes
dentro de mi mente.
Entonces advierto la felicidad
que estas palabras pueden encender en otros
y siento cómo mis pies
comienzan a elevarse del suelo.
E.
(de Memorias del otro lado del mar)